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INCREIBLE HISTORIA
08/12/2022
Un lanusense pasó de ser camarero en Buenos Aires a sommelier del Emir en Qatar
Un lanusense pasó de ser camarero en Buenos Aires a sommelier del Emir en Qatar
Max Ortíz se crió en Lanús y tenía 14 años cuando tuvo que arreglárselas solo. Fue pintor, vendió libros y hasta trabajó en el Golden. Un día la vida lo llevó a Qatar y lo que le ocurrió allí fue increíble.

En 2002 lo tomaron como camarero en un hotel de Buenos Aires (”no sabía ni agarrar la bandeja”) y hoy llegó a ser head sommelier de L’Artisan, uno de los restaurantes de la lujosa torre Raffles Doha, propiedad de Tamim bin Hamad Al Thani, el Emir de Qatar.
 “No sé cómo pasó”, dice Max Ortíz, y se ríe al escuchar la contundencia de su propia respuesta que tiene una porción de picardía y generosas piscas de verdad, todo sobre la base de una gran historia de vida.

La pregunta había sido qué había pasado desde aquel día de 2002 cuando lo tomaron como camarero en un hotel de Buenos Aires (”no sabía ni agarrar la bandeja”) hasta hoy, que es head sommelier de L’Artisan, uno de los restaurantes de la lujosa torre Raffles Doha, propiedad de Tamim bin Hamad Al Thani, el Emir de Qatar.

Max Ortíz habla sobre la mejor decisión que tomó: “Un día me di cuenta de que no hace falta sobresalir, sino hacer las cosas bien. Yo no quiero ser el mejor sommelier de la Argentina ni ganar concursos ni romper récords (todo eso le ocurrió), no. Yo quiero trabajar y que las cosas salgan bien porque mi objetivo en la vida es reunirme con mi hija. Quiero hacer todo lo que pueda hacer para que cuando llegue ese momento no tenga que trabajar para nadie y solo tenga que decidir cómo vamos a disfrutar el tiempo”.



Melanie, su hija, tiene 12 años y vive en Buenos Aires con su mamá. Y aunque ellos estén separados hace 11 años, la buena relación que construyen a diario hace que, por ejemplo, la adolescente le pregunte a su mamá si puede salir sola con sus amigas y ella le responda que su papá tiene que tomar parte en esta decisión. Cuando cuenta esto, a Max se le llenan los ojos de lágrimas: “Y cuando estas cosas pasan hacemos una videollamada y charlamos entre los tres, ellas allá y yo acá, a miles de kilómetros”, remarca.
 
Max Ortíz tiene 40 años y trabaja desde que tiene 14 años, aquel tiempo rocoso de su vida en el que se fue de su casa familiar, por lo que tuvo que crecer de golpe. Fue pintor, obrero, trabajó en un lavadero de autos, en una veterinaria, vendió libros, fue promotor de una línea aérea y también fue RRPP del Golden, hasta que a los 20 empezó a trabajar en el Hotel Alvear como camarero.

Trabajaba entre 16 y 20 horas por día y dormía en el hotel, que era como su casa, y me cambiaba dos o tres veces el uniforme. No faltó nunca en más de tres años porque sabía que la constancia es una de las claves.

De la vida, Max aprendió a relacionarse, a escuchar, a tomar del otro el conocimiento y perfeccionarlo. Y de sus decisiones de vida aprendió el oficio que hoy lo tiene en un lugar muy alto. Vivió en seis países (Nueva Zelanda, Chile, Uruguay, México, Italia y Qatar) y habla cuatro idiomas: inglés, italiano y francés, además del español (y ahora se le anima un poco al árabe). El conocimiento y la avidez por ser cada vez mejor son su tesoro.

Fue en noviembre de 2020 cuando Max estaba en la Argentina, acuciado porque su oficio de sommelier era, como tantos, víctima de la pandemia. Locales cerrados, cavas fuera de funcionamiento, no había salida en el horizonte. “Ahí me desesperé, yo tenía un amigo en México que se iba a casar en mayo y me había invitado, lo llamé y le dije que quería ir ya”.

Aquel fue el gran salto de Max, quien se convirtió en el sommelier del Baja Med & Sunset Monalisa, uno de los restaurantes más icónicos de Los Cabos donde, entre otras cosas, batió récords de ventas y de maridajes, y donde fue mundialmente reconocido.
 
Max estaba trabajando en Los Cabos y había encontrado allí su lugar en el mundo. “Estábamos haciendo un trabajo espectacular y todo iba bien hasta que un día el director del lugar (el mixólogo italiano Tiziano Tasso) me dijo ‘che, Max, creo que ya cumplí mi tiempo acá, ya hice todo, me voy a trabajar a Qatar’. Yo creí que era joda, pero no, me dijo que por fin tendría la posibilidad de hacer lo que siempre había querido, que era dirigir un lugar grande. Entonces le dije que bueno, que si era lo que deseaba estaba bien. El tema es que me dijo: ‘Y vos te venís conmigo’. Imaginate, yo no sabía qué decirle. Al mes y medio me llamaron, después tuve una entrevista y bueno, trabajé durante un año acá. La experiencia fue increíble pero juré que no iba a volver”.

Lo cierto es que el destino volvió a ponerle a Qatar frente a sus ojos ya que ya había vivido allí hace 10 años y aunque Max no quería ni verlo, ocurrió el Mundial. “Cuando aparece de nuevo la posibilidad de trabajar acá yo sabía que no quería venir pero también que si decía que no y me perdía la posibilidad de ver a la Selección en la Copa del Mundo, me iba a arrepentir. Entonces dije que sí por eso y bueno, estoy viviendo un sueño. Trabajo de lo que me gusta, en un rol importante, y voy a la cancha a ver a la Argentina cada vez que juega”, dice con emoción.

Max dijo que sí, volvió a Qatar y se encontró con un país que lo sorprendió. “En 10 años el país hizo un cambio rotundo. El transporte público es impresionante, la tranquilidad con la que se vive te permire no estar en estado de alerta permanente y poner toda tu energía en lo que tenés o querés hacer. Acá no hay inflación, la gente no tiene problemas económicos o no le pasa que no llega a fin de mes. Acá vos sabés que si hacés las cosas bien, te va bien, y si hacés las cosas mal, tenés consecuencias”.
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