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Ivan Engels
20/07/2019
Pasión por los pueblos bonaerenses
Mi pasión por los viajar por los pueblos empezó de chico. En mi habitación no había posters de superhéroes, sólo un simple mapa de la provincia de Buenos Aires. Disfrutaba mucho el salir a la ruta con mi familia y mirar esas casitas que se veían en el horizonte, bien chiquitas desde la ruta o esos caminos de tierra que se internaban en el campo e imaginaba qué había más allá de eso.

Hace 10 años, gracias a mi trabajo, tuve la posibilidad de empezar a internarme en esos caminos que me apasionaban de chico y poder descubrir qué había más allá de ellos. Llegar a esos pueblos tan aislados, algunos fantasmas sin población, otros con sólo un habitante. Empecé a notar al volver a la ciudad y contar sobre los pueblos y su gente, cómo se sorprendían de estos lugares desconocidos, y tuve la idea de crear una página en Facebook para que la gente conozca más sobre ellos. hoy con mas de 25.000 seguidores veo el interes que le pone cada uno de ellos en conocer estos lugares

Mis aventuras arrancan desde La hermosa ciudad de Quilmes, y los testigos de mis viajes que nunca faltan son el mate, la cámara y los alfajores "CAPITAN DEL ESPACIO". Me doy cuenta las ganas que le pone la gente en ir a conocerlos dentro de sus posibilidades, preguntan sobre ellos, cómo se llega, su gente o dónde se puede comer o parar. Es algo fascinante para mi ver un camino lateral sobre la ruta, agarrar el mapa o el GPS y decir ¡ahí voy!, sin saber el estado o a dónde llegaré. Pueblos fantasmas, algunos con 1, 5 o 10 pobladores, que conservan su arquitectura de más de 100 años, otros con accesos de muchos kilómetros de tierra, sin luz, sin ferrocarril, pero sus pobladores resisten al abandono, al olvido.

Muchos de estos pueblos fueron desapareciendo con las clausuras de los ramales ferroviarios, a esto sumarle que algunos de ellos están a más de 30 o 40 kilómetros por tierra de la ciudades, los días de lluvia pasan mucho tiempo sin poder salir y en algunos casos quedan aislados por meses por las intensas lluvias que anegan los caminos. La gente me dice que “sólo quedan los viejos, los pibes se van a estudiar a la ciudad y no vuelven, acá hacemos algún puchito con el boliche o el almacén, no se pierde la costumbre de juntarse a tomar algo, jugar un truco o hacer un baile en la calle, vivimos en paz, sin apuro eso si no me vengas a golpear la puerta a las 2 de la tarde, la siesta se respeta”.

Recuerdo una vez que estaba realizando un trabajo en el paraje El Trigo y Daniel me dice “porteño, vení a tomar un mate” , a la segunda insistencia y con otro tono me dice, “ustedes viven muy acelerados, bajá un cambio y tomá el mate, sentate y disfrutalo, viven muy acelerados ustedes y no disfrutan de la vida por el trabajo”, me senté, lo miré y mientras tomaba el mate le dije que tenía mucha razón. Uno de los pueblos que más me sorprendió es el paraje Larramendy, en el partido de Pehuajó, sin habitantes, con una hermosa iglesia y estación de ferrocarril abandonadas y con sus cicatrices en sus paredes. Quiñihual, en el partido de Coronel Suárez, allí vive Pedro Meier, el único y último habitante del pueblo, llegaron a vivir 500 personas, pero hoy sólo queda él. Todos las tardes abre su almacén de campo para recibir con un trago y una picada a los trabajadores del campo que vuelven a su ciudad.

n el partido de Alsina se encuentra Villa Lago Epecuen, el pueblo que estuvo 25 años bajo el agua y dejó todo en ruinas, allí vive Pablo Novak, con sus casi 90 años, resiste a dejar el pueblo. Una tarde de invierno mientras caía el sol pasé a saludarlo y me invitó unos mates en su rancho, sus arrugas no son de vejez, son cicatrices de sabiduría, él vive en el pueblo desde chico. ¿Pablo, no pensaste en irte a Carhué a vivir con tu familia?, le pregunté, y su contestación fue simple y directa: “Mientras pueda caminar, de acá no me saca nadie”.

Tantas historias y anécdotas en cada pueblo me quedan grabadas, la vida que llevan y cómo aman su tierra, respetan sus tradiciones y costumbres, el saludo obligado en el cruce de camino, la gente se da vuelta o sale a de las casas para saludar. Mi iniciativa no fue con ningún fin económico, es la pasión que le tengo a los pueblos, para que la gente los conozca, y de esa forma esos pueblos puedan resurgir.