La ceremonia comenzó con la apertura de un hoyo en la tierra que representa la boca de la Madre Tierra. “Todo ser que se alimenta necesita una boca. Lo hacemos con mucho respeto y, reflexión mediante, le damos todo lo mejor que cocinamos durante el año para devolverle en forma simbólica y a la vez pedir a los espíritus que siempre siga habiendo agua limpia, árboles frondosos y tierra fértil”, explicó Pablo Quival, uno de los miembros más antiguos de la comunidad.

A la vez se encendieron carbones, que representan al “Padre Fuego” “que acompañó al género humano desde que nos constituimos como tales hace miles de años. El fuego entre nosotros hace un trabajo de mensajero, donde nosotros materializamos el espíritu porque depositamos en ellos yuyos vegetales”.

Luego de la reflexión pronunciada por algunos de los presentes, comenzaron a acercarse hasta la “boca” en parejas para depositar sus ofrendas de semillas, frutas, yerba, agua y vino, entre otras cosas. “Esto se hace con mucho amor, es como darle de comer a una madre. Uno da y después se comparte lo que quedó. Es una tradición milenaria impresionante. Este es un acto que involucra a todos los hijos de la tierra con la Madre Naturaleza”, entendió Quival.

AGRADECIMIENTO
El miembro de la comunidad indígena remarcó que “para nosotros, hoy es un día de agradecimiento a la Madre Tierra. Implica un tiempo de reflexión, uno de reciprocidad y el tiempo festivo. Tiene que haber alegría en el agradecimiento a la madre. Tiene que ver con una cuestión espiritual, ya que convocamos a los espíritus que son los intermediarios entre las energías cósmicas y nosotros”.

PLAZA
Cabe señalar que desde hace 25 años la ceremonia se realiza en la Plaza San Martín ya que es un lugar sagrado para las comunidades indígenas, porque allí están enterrados los huesos de los Quilmes masacrados durante la reducción. “Por eso está la huaca con el monolito con la cabeza del indio, tallada por los Quilmes del Tucumán”, agregó Quival.